Portada 3

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jueves, 26 de mayo de 2016

Antes de Milán estuvo Amsterdam


Abril de 1998, el Real Madrid elimina, todavía bajo el efecto del bochorno planetario de la portería caída, al Borussia de Dortmund. Es la primera final de la Copa de Europa en 17 años, una nueva oportunidad de ganar el máximo trofeo de clubes 32 años después de que lo hicieran los ye yes. Como no puede ser de otra forma, la ilusión se desata en el madridismo de a pie.

Recuerdo que hubo que
hacer cola en el Bernabéu, en la oficina de socios, para registrarse en el sorteo de entradas para la final. Me acuerdo que tomaron nota a mano en un cuaderno y con un bolígrafo el nombre y número de socio, sí, casi en el siglo XXI. Nos apuntan a mis amigos y a mí. No me acuerdo si fue una llamada telefónica la que me comunicó que nos habían correspondido las entradas por sorteo o fue una carta postal. Recuerdo haber pagado 70.000 pesetas (420,70 €) por un vuelo chárter ida y vuelta a Amsterdam aquel 20 de mayo, mucho más dinero del que tenía en el bolsillo en aquel momento.

El entonces conocido como Aeropuerto de Barajas recibió aquel día a la emoción vestida de Kelme, bien de color blanco bien de morado.
Un hincha del Blackburn Rovers nos saluda en la terminal y nos dice que su jugador favorito es un tal alensírá, tardamos unos minutos en comprender que se refiere a álansírer, que es como los españoles que creemos saber inglés pronunciamos el nombre de Alan Shearer. Aturdido, el hincha del Rovers continúa su camino no sin desearnos antes buena suerte para la final.

La capital de Holanda nos recibe pasado el medio día en una jornada primaveral. Al tomar el autobús que nos lleva a la ciudad desde Schiphol, vemos a
Los del Río en tierra de nadie acompañados de dos esculturales señoritas que les sacan dos cabezas, los cuatro saludan efusivamente a los autobuses de hinchas. ¿Qué hacen ellos en Holanda? Al llegar al centro de Amsterdam hay que decidir qué hacer: ¿Museo Van Gogh o Plaza Dam? La Plaza Dam gana por goleada. Nos encontramos con un ambientazo, aficionados españoles e italianos se tumban al sol mientras cada uno canta lo que le parece. Los policías holandeses están subidos en el techo de los vehículos antidisturbios mientras lucen en sus cabezas unos enormes sombreros de copa patrocinados por una conocida marca de cerveza, disfrutando del soleado día. Todo va sobre ruedas.

Luego de conocer los canales y comer algo en un
coffe shop, llega el momento de dirigirse al estadio. Intentamos ir en tren, pero la estación está llena de juventinos, muchos nos ignoran o incluso nos miran con simpatía, pero otros no, su torva mirada nos invita a volver a la calle. El alcohol y las emociones llevan tiempo haciendo su efecto y conviene ser prudentes. Tomamos un taxi, lo conduce compulsivamente un tipo que parece ser un Dieter Bohlen enloquecido quien no para de gritar 'rrrrreeeeeaaaaaaalllll' con fuerte acento germano mientras farfulla palabras en holandés, suponemos. Mientras adelantamos coches a toda pastilla por una autopista, intento sobre llevar el pánico tarareando para mí mismo You're my heart, you're my soul.

                                                          



El Dieter Bohlen de pega nos deja en el Amsterdam Arena mientras retorna a la ciudad quemando las ruedas de su taxi. En una final en campo ajeno conviene llegar pronto al estadio y buscar tranquilamente tu asiento. Estamos en la última fila del graderío bajo del campo, justo en el córner donde se junta el fondo con el lateral donde está el palco de honor.
El ambiente va creciendo según se va llenando el estadio. Alguien canta desde el césped, micrófono en mano, para animar el fondo italiano. Para elevar nuestro espíritu salen Los del Río, cantan la Macarena, nadie entiende nada.

Por fin comienza el partido, de él apenas recuerdo grandes cosas salvo dos ocasiones clarísimas de la Juve.
Edgar Davids todavía hoy, y me temo que el resto de su vida, debe preguntarse cómo pudo fallar ese gol. Llega el minuto 66 y literalmente estalla la mitad madridista del Amsterdam Arena. Mijatovic corre por el césped con el gesto desencajado mientras en la grada los abrazos a conocidos y desconocidos se reparten por igual. Sorprendentemente, los 24 minutos restantes pasan rapidísimo, Helmut Krug pita el final. El Real Madrid llega de nuevo a lo más alto, los complejos, fantasmas y desilusiones de tantos años desaparecen. Haberlo visto en directo es una de las cosas que quien esto escribe se llevará a la tumba.

Antes de abandonar el estadio hacemos fotos de todos los colores y desde todos los ángulos. Bajando las escaleras
nos encontramos en un rellano a Claudio Ranieri. El míster, que había ido de comentarista con una emisora de radio, sólo acierta a decir enhorabuena, enhorabuena mientras le rodeamos y nos sacan un foto con él. Nos montamos en el autobús que nos lleva directamente al caos. Nos sueltan en una carpa junto a las pistas del aeropuerto sin apenas bebida y comida. Pasa el tiempo y nadie dice cuándo se puede embarcar ni dónde está el avión de vuelta. La gente se pone nerviosa y empieza a correr para meterse en los buses lanzaderas que llevan a los aviones, persiguiendo al personal de las agencias de viaje para que no embarquen ellos primero. Al final, la policía opta montar a los aficionados en los aviones sin orden ni concierto, como quien coge el Circular en Francisco Silvela, después de haber pagado un auténtico pastón por mi billete. No sé en qué avión estamos, me siento, me ajusto el cinturón y caigo rendido por el cansancio, reventado de la paliza, pero feliz, eso sí.

Más o menos esto es lo que les espera a quienes viajen a Milán el próximo fin de semana. Hace poco ya lo comentamos aquí, a no ser que las condiciones cambien mucho, no volveré a viajar para ver una final, entiendo que la gente quiera ir, pero conmigo que no cuenten. Que todos los aviones salgan a tiempo, que los socios del Madrid a los que se les ha hecho la putada de entregarles en Italia las entradas no tengan problemas, que haya paz y buen ambiente... y que gane el Madrid.








lunes, 23 de mayo de 2016

El nuevo Nuevo Testamento, de Jaco Van Dormael


Uno espera ver una buena película cuando se sabe que el máximo responsable es Jaco Van Dormael, el director de Toto, les heros  pero lo que no se esperaba era ver 'esta' película. Sin lugar a dudas, quedará en la memoria del cinéfilo por varios motivos.

Dios existe y está en Bruselas, es un tipo desastrado y de muy mal café quien lejos de ser como nos lo pintan, un abuelo bondadoso y condescendiente, no hace otra cosa sino redactar leyes para fastidiar a la Humanidad entera la vida. Dios tiene dos hijos, JC, naturalmente ausente, y la pequeña Ea, una niña espabilada de unos diez años quien se enfrenta a su padre iracundo y por consejo de su hermano, manda un mensaje a todos los humanos que cambiará su vida y desciende a la Tierra de su celestial residencia -un piso más bien cochambroso de clase media aislado en Bruselas- para redactar un nuevo Nuevo Testamento.

                                                       


Pero, ¿por qué va a ser recordada esta película? En primer lugar, por lo bien que está hecha,
el guión -escrito por Thomas Gunzig y el propio Van Dormalen- es sobresaliente, las tramas están perfectamente entrelazadas, los diálogos son brillantes, divertidos, ácidos, irónicos... En segundo lugar, por la inteligencia, creatividad y sentido crítico con el que se aborda un tema tan espinoso como es la religión sin que nadie se pueda sentir ni siquiera mínimamente ofendido. En tercer lugar, El nuevo Nuevo Testamento gusta por la excelente interpretación de Benoît Poelvoorde (Ocurrió Cerca de su Casa) haciendo de Dios, y de Pili Groyne en el papel de Ea, así como la magnífica elección del casting, tanto protagonistas, secundarios y quienes apenas aparecen unos segundos en la película. También hay que señalar la estupenda realización de Van Dormael, hay planos en esta película sencillamente maravillosos.

El nuevo Nuevo Testamento pasó muy desapercibida en las salas de cine, por suerte puede verse en plataformas digitales de pago por visión. Pero la verdad es que hacía tiempo que quien esto escribe no veía una película tan buena por todo lo comentado anteriormente y porque además, incita a la reflexión en el espectador. Desde luego, Jaco Van Dormael es de los mejores creadores de historias hoy en día.








jueves, 19 de mayo de 2016

Andre Agassi. Open. Memorias


El aficionado siempre siente curiosidad por cómo es la vida de los deportistas de élite, los que se quedaron por el camino se preguntan cómo lo hicieron ellos para llegar a disputar los mejores torneos. Pues bien, las memorias de Andre Agassi cuentan a tumba abierta todo esto y mucho más sobre su exitosa carrera en el tenis profesional y cómo ésta afectó a su vida personal y familiar.

Nada más acomodarse el lector se encuentra con una sorprendente declaración de
Agassi: odia el tenis. Odia al dragón, aquel lanzador de pelotas automático que construyó su padre para que el joven André golpeara cientos, miles de bolas al día en la pista del jardín de su casa. Dar cera, pulir cera, dar cera, pulir cera, desde la más tierna infancia, como si no hubiera un mañana, sin piedad.

Así suele empezar todo,
un padre que traslada a sus hijos sus frustraciones. Agassi senior, quién huyó de Irán muy joven, tenía el sueño de ser deportista de élite, incluso llegó a ser olímpico pero no llegó a vestirse de corto de forma profesional. Una vez establecido en Las Vegas, fue jodiendo la vida de sus hijos, uno tras otro, con el objetivo de que fueran tenistas de primera categoría. Hacer la vida imposible significa obligar a entrenamientos sin fin, a competir quieras o no, machacar los fallos comiendo la moral, presionando mucho más allá de lo razonable a sus propios hijos.

                                                          



El joven André empezó a ganar en los clubes de Las Vegas, le reconocían en los torneos de cierto nivel de Nevada y estados limítrofes. Así llegó a una escuela de alto rendimiento en el estado de Florida, en la otra punta del país, por lo que
tuvo que abandonar a familia y amigos para continuar con la competición, para llegar a la primera línea, hasta que llegó el momento de dar el salto al profesionalismo.

La carrera de André Agassi no hace falta ser comentada, ganador del Grand Slam, protagonizó una legendaria rivalidad con Pete Sampras en las pistas que no fuera de ellas, como sí ocurrió con Boris Becker y Jim Courier. Lo que nos da a conocer Agassi es
la presión ilimitada que sufre el deportista por la prensa y por la afición, o ganas o no vales para nada. Nada nuevo en la vida del tenista de Las Vegas, es el argumento con el que le machacaba su padre desde temprana edad. Por otro lado, Agassi sufrió la presión que él mismo se imponía al pretender ganar todos los puntos de todos los partidos lo que le producía serios accesos de ansiedad y por tanto, de frustración.

Luego está
el sacrificio físico, André Agassi jugó la práctica totalidad del final de su carrera infiltrado para poder soportar el dolor, sin saber a ciencia cierta las consecuencias que tendrá el resto de su vida. Vale, ok, Agassi es un privilegiado, ha ganado el suficiente dinero para vivir holgadamente el resto de su vida, ha conocido la gloria pero a cambio ha perdido la infancia, el anonimato, ha vivido un prolongado conflicto paterno filial, ha conocido el dopaje, ha puesto en riesgo su salud... No, la vida de un deportista de élite no es fácil y una vez leído este libro, tiene poco que envidiar. Aun así, Andre Agassi tuvo una carrera larga y exitosa, lo que también le ayudó a dar sentido a su vida y a la de los demás.






martes, 17 de mayo de 2016

Quique González y los Detectives Salvajes - Me Mata Si Me Necesitas


Han pasado casi dos meses desde que este disco ha visto la luz y lo cierto es que no dejan de llegar noticias de la emoción que desprenden los conciertos de la gira de presentación de este nuevo trabajo de Quique González. Ésta empezó en Pamplona en el lejano 1 de abril y se va a prolongar a lo largo de esta primavera y buena parte del próximo verano, que ya va llegando.

                                                            


Quique González se encuentra en el punto en el que se juntan el rock, el pop, el country y el folk. Cualquiera que escuche Me Mata Si Me Necesitas puede etiquetar este disco en cualquiera de estos cuatro estilos musicales, y tendrá razón, pero lo innegable es que Quique González tiene su propio sonido, su propio sello: Se Estrechan En El Corazón es un perfecto ejemplo. Con Orquídeas también parece que estas escuchando a Springsteen y la E Street Band. Charo en cambio tiene todo lo necesario para llegar a ser un himno pop con vocación de hit: una preciosa melodía, una letra pegadiza y la voz de Carolina Morgan ¿qué más se puede pedir? Me Mata Si Me Necesitas tiene en total apenas 10 canciones, 10 historias intimistas, algunas alegres otras no tanto, ay, la ley de la vida. El resultado global es un disco bastante bueno, a perdurar en la memoria del aficionado.

Lo interesante de Quique González es, aparte de su música, escuchar lo que dice cuando le preguntan por
las cosas que te pasan a tus vecinos y a ti mismo, cuando sabes (ver su entrevista en Líbero) que ha vivido la antigua y tristemente desaparecida Ciudad Deportiva de la Castellana, cuando sabes que buscaba el autógrafo de tu mismo ídolo de la infancia que no es otro que Carlos Alonso 'Santillana', tiempos de clase, honestidad, lealtad, camisetas de algodón y madridismo puro y duro. Desde luego alguien así, necesariamente, tiene que ser de fiar. Me Mata Si Me Necesitas, nuevo disco y gira de Quique González.





miércoles, 11 de mayo de 2016

No voy a Milán


Vaya por delante que quien escribe esto ha pasado por el aro: Amsterdam 1998, Paris 2000 y Mónaco 2002 contemplan y moldean las canas que pueblan las sienes de este bloguero, aparte de unas cuantas finales de Copa del Rey. Por tanto hablo con conocimiento de causa: he pagado precios desorbitados por viajes que en fechas normales no cuestan ni la mitad; he aguantado enormes colas de pie esperando a que abrieran las taquillas, siempre oficiales eso sí; he pasado noches sin dormir en autobuses infectos, trenes y vuelos chárter con horarios infames, allí donde la amistad se cultiva y afianza a base de insomnio por las emociones que están a punto de llegar.

Entiendo que la gente quiera ir a presenciar el partido a San Siro,
una final siempre es un acontecimiento único, ¿quién sabe cuándo habrá otra?, pero ya en Lisboa, hace dos años, llegó el momento de decir basta. Los vuelos a Milán están, para ir y volver desde Madrid en el día de la final entre los 500 y 600 € cuando, por ejemplo, para el próximo fin de semana, Easy Jet ofrece vuelos de ida y vuelta por 197 €; ya de los hoteles mejor ni hablar. Una cosa es la ley de la oferta y la demanda y otra bien distinta es el abuso. Luego está el tema de las entradas, San Siro tiene, según la web oficial del AC Milan, una capacidad de más de 80.000 localidades, pues bien la UEFA otorga a cada equipo 20.000 entradas mientras que el 50% restante queda en manos del organismo regulador del fútbol europeo, flipante ¿verdad? De estos 40.000 boletos, 6.000 fueron sorteados a través de la web de la UEFA, ¿adónde van a parar las otras 34.000 entradas? Patrocinadores, empleados, amiguetes, novietas, cuñados y demás gente de interés, o mejor dicho, interesada. ¿Estarán marcadas estas entradas con nombre y apellido, como las que facilitan los clubes a sus aficionados?

                                                            

                              Estadio de San Siro, Milán

Luego está el reparto que hace cada equipo de las localidades. Ningún criterio va a dejar contenta a la afición, eso es así. En el caso del Real Madrid va a ser un
sorteo de 15.170 entradas entre todos los socios que la soliciten, sin distinguir antigüedad, o el dinero que se paga; el resto para peñas, empleados, patrocinadores, amiguetes, novietas y gente de bien, se supone. En el Atleti, ha sido justo al contrario, priman los que más tiempo llevan y quienes pagan más, quienes se comprometen económicamente y a lo largo del tiempo, van primero. Todo criterio tiene su parte injusta, pero el que ha seguido el Atleti tiene más lógica.

Cuando tu equipo llega a una final de Copa de Europa
la sensatez, mesura y sentido común brillan por su ausencia en el cerebro del aficionado, me incluyo el primero en la lista. Pero se acabó. Si la UEFA desprecia a los aficionados que estamos al pie del cañón temporada tras temporada, que no cuente conmigo; si las aerolíneas, hoteles y operadores de turismo multiplican sus tarifas más allá de lo razonable, que se olviden de mí. Qué pena no haber aprovechado la ocasión para declarar una huelga de aficiones y que el ambiente de San Siro el día de la final lo pongan patrocinadores, amiguetes, novietas y demás aprovechados.









viernes, 6 de mayo de 2016

Luka Modric es el mejor


Tiene el mismo aspecto de aquellos tenistas del Este de Europa de los años 80, un cierto parecido con el recientemente fallecido Johan Cruyff y también con Pavel Nedved, el formidable centrocampista de la Juve ya retirado. Parece ser más bajo de lo que indica su estatura real: 1,75 metros; aparenta ser frágil pero aguanta estoicamente las tarascadas de los rivales. Parece ser más joven de lo que realmente es, el próximo mes de septiembre cumplirá 31 años, pero posee un espíritu de canterano mezclado con la experiencia de un veterano.

                                                       



Lo cierto es que desde que llegó al Real Madrid,
Luca Modric no ha dejado de demostrar su clase. Pocos como él han tenido esa visión de juego, ese saber estar en el césped, siempre bien situado cubriendo al compañero desplazado de su demarcación, manteniendo el balón pegado al pie y distribuyendo el juego con un altísimo porcentaje de aciertos en el pase. El pasado miércoles, en la semifinal de la Copa de Europa contra el Manchester City, Modric dio su enésimo recital con la camiseta blanca, era de esperar, muy bien acompañado de Toni Kroos y de Isco.

La pena, no máxima, es que
llegó al Madrid con una cierta edad. Qué hubiera pasado con él en el equipo si hubiera aterrizado antes en Chamartín pertenece al mundo de la especulación, igual su fichaje se produjo en el momento justo, quién sabe. Le quedan todavía unos buenos años, nosotros los aficionados estaremos ahí para aplaudirle. Cuando a los hinchas las cosas se nos tuercen en el día a día, muchos cerramos los ojos y vemos a Luka Modric sacar aquel córner imposible en Lisboa. Disfrutemos pues, el número 19 del Madrid es titular, indiscutible.