Portada 3

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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Twin Peaks, ¿final de la serie?


A lo largo del pasado lunes se fueron conociendo las reacciones que ha suscitado el final de la tercera temporada de Twin Peaks y como era de esperar, no ha dejado indiferente a nadie. Conviene aplaudir a David Lynch por su valentía a la hora de llevar o de continuar, mejor dicho, este proyecto 25 años después de haber acabado la 2ª temporada, habiendo dejando en 1992 un final abierto a diversas interpretaciones, pudiéndose considerar como un punto y final. Una vez dicho esto, y como se advierte en la presentación de este post en las redes sociales, a partir de aquí se va a comentar la serie con pelos y señales, advertidos quedan aquellos que tengan capítulos pendientes por ver.

El recuerdo que dejó la segunda temporada fue equívoco, una vez revisada en 2017, gana mucho. Los hechos que ocurren en Twin Peaks, según avanzan los 22 capítulos de los que consta, se van sucediendo a un ritmo espectacular. Se podía pensar que
la muerte de Lelan Palmer, el gran Ray Wise, concluía la historia, pero nada más lejos. A partir de ahí, nuevas tramas se fueron incorporado: un mundo paralelo, donde gobierna la rareza y la inquietud, extraños personajes que desvelan pistas llegando a la apoteosis final incluyendo asesinatos, explosiones, separaciones y posesiones diabólicas inesperadas, léase el cabezazo final del Dale Cooper contra el espejo mientras se ve reflejado en Bob, el asesino.Así pues, antes de asomarse a esta 3ª temporada, si se quiere seguir el hilo desde el principio y ubicar a todos los personajes, es obligatorio ver las anteriores temporadas y también la película Twin Peaks: fuego, camina conmigo.

La historia se retoma donde se quedó, el agente Cooper está sentado en su butaca, rodeado de cortinas rojas y con Laura Palmer susurrándole al oído 'ya dije que nos volveríamos a ver 25 años más tarde'. Después de semejante pistoletazo, nos adentramos en un mundo espeso, inquietante, violento, surrealista y con magníficas dosis de humor, algunas de ellas muy negras, como por ejemplo, el personaje del sicario. Lejos de centrarse la acción en la ciudad imaginaria del estado de Washington, las tramas se desarrollan en diversos escenarios: Las Vegas, Nueva York, incluso Buenos Aires tiene una pequeña aparición. Nos encontramos con numerosos personajes nuevos, que en su desarrollo podemos ubicar en las diversas tramas.
Fue todo un acierto no anunciar el reparto de cada episodio en los créditos iniciales, así no se perdía el elemento sorpresa cuando los actores de las temporadas de los años 90 aparecen. Algunos, como Dana Ashbrock, cuesta reconocerles por el paso del tiempo. A otros, sin embargo, da pavor verlos en esos rostros deformados por la cirugía plástica, qué diferencia con los dignamente envejecidos Ray Wise, Miguel Ferrer (tristemente desaparecido) y por qué no, David Lynch.

                                                           
                                                                                                                                                         


Ha habido
dos episodios que han sido particularmente comentados en esta nueva temporada: el tercero y el octavo. En el tercero, vemos el tránsito del agente Cooper del mundo extraño al mundo real, a través de un enchufe, encarnándose en Dougie Jones, un agente de seguros felizmente casado con Naomi Watts con quien tiene un hijo, Sonny Jim. Cooper no es ese joven agente de la ley caballeroso, atento y educado que vimos en los años 90. Aún fiel a su clásico traje negro, al café expreso y a la tarta de cerezas, parece alelado, torpe. Bien por casualidades bien por ayudas inesperadas, el falso Dougie va solventando todas y cada una de las papeletas que se le van presentando.

Por su parte, el episodio octavo ha sido el más detestado y a la vez más admirado de esta tercera entrega. Sin apenas diálogo, la acción transcurre a lo largo un
espectáculo visual difícil de ver en el cine y la televisión que explica la llegada del Mal, o al menos eso pareció darse a entender, de Killer Bob a la Tierra. Todos pudimos reconocer Cabeza borradora en este episodio. El lado onírico, surrealista, conceptual y extraño de David Lynch es liberado en 50 minutos. Hay que reconocerlo, dieron ganas de dejar de ver este capítulo a los pocos minutos, pero algo lo impedía. Quizá sea este otro de los grandes méritos de Lynch, ofrecer un relato de extremadamente difícil comprensión pero hipnótico y bello a su manera.

Tras una interminable persecución por parte de Albert Rosenfeld, Gordon Cole, la agente especial Tamara Preston y ¡oh, sorpresa! Diane, Mr C, el
doppelganger de Cooper, poseído por Bob, siniestro, frío y calculador, llegamos a la apoteosis final rescatando la principal trama de toda la serie: Laura Palmer, en apariencia, está viva. Lo cierto es que los minutos finales del episodio 18 dejan al espectador con cara de haber entendido poco, o más bien nada de lo que acaba de ocurrir. Quedan muchas cosas en el aire: ¿Laura Palmer está viva? ¿La que fue encontrada muerta era su doble también poseída por Bob? ¿La escena final ocurre en 1989 o en 2017? ¿Qué susurra de nuevo Palmer a Cooper al oído? ¿Qué papel juega definitivamente Diane, también fue víctima de BOB?

Todos estos interrogantes nos llevan irremediablemente a la cuestión definitiva: ¿habrá cuarta temporada? Mientras David Lynch -quien también firma el diseño de sonido- siga en este estado de buena forma, ojalá sea así.
Mientras los nuevos episodios sigan acabando con tan buena música (The Cactus Blossoms, Chromatics, Sharon Van Etten, Nine Inch Nails, entre otros), si Ray Wise, Kyle MacLachlan, Michael Horse siguen aquí, si David Duchovny y James Belushi (Tim Roth ya no podrá, aunque nunca se sabe) continúan, esperemos que haya nueva temporada. Mientras tanto, si ven de repente unas cortinas rojas, no entren, la belleza inquietante del mundo extraño, de la Habitación Roja, espera justo detrás.













domingo, 3 de septiembre de 2017

España - Italia, fútbol de primera a precios populares


El pasado sábado 80.000 espectadores pudimos presenciar en directo desde las gradas del estadio Santiago Bernabéu la consagración internacional de Isco, la excepcional ovación a Andrés Iniesta, el clamor por ver sobre el césped a uno de los principales actores de los grandes éxitos de nuestra selección, David Villa, y la reivindicación de un buen delantero que busca su fortuna lejos de casa, Álvaro Morata, entre otras muchas cosas, porque el partido del sábado fue excepcional en muchos aspectos.

Y es que cuando pones
entradas a precios populares y fijas el partido a una hora razonable, el lleno y el ambiente está garantizado. Quien esto escribe desembolsó la más que razonable cantidad de 20€ por un asiento en el Segundo Anfiteatro de fondo del estadio de la Castellana. Al llegar con tiempo más que suficiente para el inicio del partido, este bloguero se dio un paseo para ver el ambiente que había por los aledaños de Concha Espina. Muchos, muchísimos padres con niños pequeños buscaban hacer las últimas compras en los puestos callejeros antes de acceder al estadio: bufandas, banderas... Un par de jóvenes, ataviados con camisetas del Real Madrid portaban dos sencillas pancartas clamando por la simpatía que el madridismo tiene por Andrés Iniesta, agradeciendo así el gol de nuestras vidas a nivel de selecciones. Los hinchas italianos apuraban sus consumiciones en las calles más cercanas, en perfecta convivencia con los españoles, antes de acceder a la grada que tenían reservada. Un buen número de chavales llegados de las comunidades cercanas a Madrid, luciendo la camiseta de sus respectivos equipos, buscaban impacientes las puertas de acceso que marcaba su entrada.

                                                        

                              El Bernabéu, el pasado sábado

Después del esperpento vivido en la reciente Súper Copa de España cuando el partido de vuelta, celebrado también en el Bernabéu, comenzó a las 23:00 horas de un miércoles, cabe preguntarse por qué los horarios de los partidos no pueden ser siempre como en el España - Italia de este pasado fin de semana. El sábado que viene el Real Madrid jugará contra el Levante a las 13:00 horas, conviene recordar que el sábado es día laborable a todos los efectos y que muchos socios y abonados, cuya entrada han pagado con meses de antelación para este partido, trabajan. La Liga ya ha cambiado el horario de la misma jornada del Leganés - Getafe y del Celta-Alavés cuando los seguidores de estos equipos ya habían hecho sus planes, amén de los partidos que se disputan el viernes y el lunes por la noche. La Liga de Fútbol Profesional falta al respeto de los aficionados una jornada sí y la siguiente, también. Desconozco si el Sr. Tebas y lo presidentes de los clubes que tragan con estos horarios trabajan los sábados por la mañana o si madrugan los martes, pero gran parte de los aficionados a los clubes de fútbol sí lo hacen.

El Sr. Tebas, que tanto admira la organización de la
Premier League inglesa, podía imitar a los británicos y dar a conocer el calendario a los aficionados con meses de antelación. El Sr. Tebas que tanto se queja y amonesta a aquellos equipos que ven sus gradas vacías durante los partidos, podía fomentar una política de precios razonables en sus afiliados para que el fútbol de Primera División sea accesible a todos los bolsillos y no sólo a los turistas de alto poder adquisitivo. Porque cuando Messi y Cristiano ya no estén, cuando la burbuja televisiva reviente y las cámaras y las unidades móviles desaparezcan, los que seguirán ahí al pie del cañón, serán los aficionados de toda la vida, los que llevan a su equipo en el corazón, no porque esté de moda.