Portada 3

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miércoles, 22 de febrero de 2017

El fútbol no es así


Los fieles seguidores de Textos de Amor y Odio lo habrán notado. Hace tiempo que no se habla de fútbol en este foro, ni del deporte rey en general ni del Real Madrid en particular. El motivo no es otro, confieso, que el cansancio ante muchos acontecimientos que rodean al fútbol hoy en día. Quizá sería más acertado señalar una pérdida de ilusión, no sé, quién sabe.

Los horarios, malditos horarios. Hoy jugarán el Valencia y el Real Madrid a las 18:45 horas, es el partido de Liga aplazado por el Mundial de Clubes que disputó el Madrid el pasado mes de diciembre. Semejante despropósito en un día laborable se ve
justificado porque no se puede coincidir con las retransmisiones televisivas de la Copa de Europa. ¿Qué ocurre con los aficionados que pagan con meses de antelación su entrada? Nadie tiene respuesta para ellos. En el fondo, la Liga ha sido víctima de su apretado e incalificable calendario: en una temporada en la que no hay Eurocopa ni Mundial ¿por qué hay que acabar la competición el 21 de mayo? ¿Es porque en el mes de junio hay menos audiencia televisiva? Esto es por parte de la Liga, por parte de la FIFA, ¿qué necesidad hay de disputar una competición oficial en pleno mes de diciembre, en el que los principales equipos tienen poco que ganar y mucho que perder y con un desplazamiento tan largo?

                                                      


Seguimos con la FIFA. El Mundial, la sacro santa competición para el futbolero, mediante la cual el aficionado va calculando su edad y los acontecimientos propios de la vida. En 2022 se jugará en Catar y por primera vez en la historia del fútbol durante el mes de diciembre, para evitar las altas temperaturas del verano en aquel remoto y adinerado país de Asia. Por si esto fuera poco, en la siguiente cita mundialista, en 2026 se pasará de 32 a 48 selecciones nacionales, de 64 partidos se disputarán 80, eso sí en el mismo periodo de tiempo, un mes. ¿La salud de los futbolistas, el carisma de la propia competición, la mística y la tradición? Quién sabe dónde están...

Respecto a los clubes, se cambian nombres legendarios de estadios sin preguntar a los socios y aficionados, tampoco se les pregunta a éstos por los fichajes, como dijo aquel. Es por el dinero, una ingente cantidad de vil metal. Ante este argumento cabe preguntar: ¿qué ocurriría si una marca de ropa deportiva pagara una indecente y escandalosa cifra por cambiar los colores de la equipación principal? Imaginen que, por ejemplo,
Nike ofrece al Real Madrid vestir de, no sé ¿azulgrana?, a cambio de unos 500 millones de euros anuales... ¿Cuál sería la respuesta? Y viceversa, ¿qué dirían en la Ciudad Condal? Imagino distintas reacciones a estos interrogantes, pero no hace tanto tiempo nadie pensaba que el estadio del Atlético de Madrid se fuera a llamar Wanda Metropolitano y ya ven... En el fútbol actual, todo tiene un precio.

Me entenderán, dan ganas de pedir que paren y bajarse del tren. Quién lo iba decir de un aficionado que no se imaginaba otra vida que asistiendo cada 15 días a su localidad todo el tiempo que le quedara por delante. Desde luego que no se trata de negarse a los cambios y mejoras que traen los nuevos tiempos, se trata de respetar el espíritu y los valores tradicionales de los equipos, del vínculo con los aficionados, en vías de extinción a día de hoy, de mantener la función social de los clubes. Porque el fútbol no es así, como nos lo venden ahora, no lo ha sido nunca.










jueves, 9 de febrero de 2017

Patria, una novela de Fernando Aramburu


Este es uno de los mejores libros que quien esto escribe ha leído en mucho tiempo. Tampoco es posible practicar la lectura tanto como uno quisiera, con suerte caen 15 o 20 libros al año. El tiempo, ay, siempre tan escaso. Lo cierto es que Patria es una trepidante novela de más de 600 páginas, estructuradas en capítulos cortos, 3, 4, 6 páginas a lo sumo, a la que el lector se acerca bajo la premisa de ser uno de los libros fundamentales sobre lo sucedido en el País Vasco en la segunda mitad del pasado siglo XX.

Fernando Aramburu aborda el terrorismo etarra desde todos los puntos de vista posibles: el entorno social en las pequeñas localidades del País Vasco, las víctimas, el victimario, el horror, el adoctrinamiento, la cultura del miedo, el papel jugado por la Iglesia Católica, el tradicional matriarcado vasco, la violencia policial, la vida entre cuatro paredes, cómo reaccionan los personajes ante las situaciones que les tocan vivir... No queda títere con cabeza.

                                                    


Una vez introducidos en el pueblo sin nombre donde Bittori, el Txato, Joxian y Miren conviven, pasamos a ser espectadores del acoso sin piedad. No importa que las hojas del libro contengan párrafos largos, que haya frases de largo recorrido con apenas signos de puntuación, queda el imperio del silencio. Se crea una atmósfera de vacío que se puede cortar con un cuchillo: primero te señalan, luego te dan de lado, desaparecen los saludos. Entonces, surgen las preguntas: ¿por qué...? ¿qué harías tú si...? ¿cómo habría actuado en...?

Aunque durante las primeras páginas del libro puede parecer sencillo perderse entre los distintos personajes que dan vida a
Patria, lo cierto es que el ritmo narrativo es impecable, la historia atrapa al lector desde el primer capítulo. La lectura transporta a tantos testimonios leídos en la prensa de los años 80, 90 y la primera década del siglo XXI, a aquellos reportajes televisivos y a esos boletines informativos urgentes que irrumpían un día tras otro con un mensaje desgarrador. Hace ya más de cinco años que E.T.A. ha dejado de matar, pero todavía queda mucho por hacer y tendrá que pasar el tiempo, pero afortunadamente, siempre tendremos la novela Patria para que quién no vivió esa época tenga el testimonio de lo que pasó y los que lo vivieron, para no olvidar el horror.








lunes, 6 de febrero de 2017

Manchester by the sea


Un perfecto drama, esto es Manchester by the sea. Conviene avisar al lector que si decide ver esta película, mejor que vaya con el ánimo subido. Esta historia, gestada durante el rodaje de Destino oculto, iba a ser dirigida por Matt Damon y quién sabe, igual habría tomado un cariz demasiado mainstream, lo cierto es que el director y guionista Kenneth Lonergan (Puedes contar conmigo, Margaret) logra crear un ambiente áspero y desolador en la pequeña localidad costera del estado de Massachussetts.

Lee Chandler (
Casey Affleck) es el encargado de mantenimiento de unos bloques de edificios en Boston. Repara tuberías, limpia el acceso de su modesto apartamento de nieve, tira muebles viejos y aguanta a vecinas insolentes. Pronto sabemos de él que es un tipo solitario, poco dado a socializar y con actitudes pendencieras. A partir de una llamada que le avisa sobre un percance sufrido por su hermano Joe, comenzamos a conocer al auténtico Lee.

                                                         


Manchester by the sea tiene la virtud de hacer sentir, de hacer recordar al espectador qué se siente cuando las malas noticias llegan. El abatimiento, desasosiego, la imposibilidad de retroceder en el tiempo y arreglar lo que hicimos mal. También toca las relaciones familiares, el egoísmo y la falta de empatía. A nivel de relaciones sociales, se aborda la insolidaridad, la incomprensión, el egoísmo especialmente de los más jóvenes, incapaces de asumir la realidad. Otro de los éxitos de Manchester by the sea es la empatía que ofrece Casey Affleck en la construcción emocional de su personaje, ¿qué hacer en su lugar?...

Volviendo a la estructura de la cinta, es cierto que las dos horas largas que dura esta película hacen pensar que con treinta minutos menos de metraje, la narración habría salido ganando en ritmo e intensidad. Si el intento era dar otra vuelta de tuerca a la desazón, en este sentido, falla; tramas que parecían zanjadas definitivamente vuelven a escena. Otro matiz que despista en Manchester by the sea, son
los continuos saltos en el tiempo sin que se los identifique bien del todo, la apariencia física de los actores podría haber sido más acentuada, el vestuario podría dar más pistas, en definitiva. En cualquier caso, amable lector, que el destino nos libre de vivir los demonios de Lee Chandler.







viernes, 3 de febrero de 2017

Lion, lo que de verdad importa


Pobreza, miseria material y moral, el azar, instinto de supervivencia en la rabiosa cotidianidad sin saber qué va a pasar el día de mañana, desarraigo y espíritu de superación. Todo esto está presente en la película Lion, dirigida por Garth Davis, con guion de Luke Davies, Larry Buttrose y Saroo Brierley (protagonista real de esta historia) e interpretada por Sunny Pawar, Dev Patel, Nicole Kidman, David Wenham, Rooney Mara y Tannishtha Chatterjee.

Saroo, un crío de 5 años, vive en una humilde población de la India, con su madre Noor, su hermano mayor Guddu y la pequeña Shakila. La familia sobrevive con el poco dinero que puede conseguir Noor transportando piedras en una cantera, mientras que Guddu trapichea aquí y allá, con la complicidad de Saroo.
Los dos hermanos parten juntos a la gran ciudad para seguir buscando dinero, pero inesperadamente, sus caminos se separan.

                                                         



Garth Davis muestra en Lion con crudeza las condiciones de vida que tiene buena parte de la infancia en la India, los peligros a los que se enfrentan. Davis tiene la delicadeza de
dejar que hable la mirada del paria, de quién no tiene absolutamente nada que perder. En este sentido, sorprende la sobresaliente actuación del pequeño Sunny Pawar, merecería todo reconocimiento, ¿los menores no pueden ser nominados a los Oscar? En la parte positiva de Lion, hay que hablar también de ña interpretación de Nicole Kidman y David Wenhan secundarios en esta ocasión, aportan credibilidad a la parte más generosa de esta historia. Tal vez merecían un poco más de protagonismo. En la parte negativa de la película, la historia de Mantosh no queda muy clara, no está lo suficientemente elaborada. A esto hay que añadir una bajón en el ritmo de la narración hacia la mitad de la cinta. A pesar de esto último, Lion es una gran película, hace pensar en lo realmente importante, coloca nuestros problemas cotidianos en su sitio. Y aguanten hasta el final de los títulos de crédito, merece la pena, además está bien saber cuánta gente trabaja en una película y saber qué hacen en ella.










miércoles, 1 de febrero de 2017

La tortuga roja, una película de Michael Dudok de Wit


Esta película supone el debut, como director de largometrajes después de haber dirigido cuatro cortos, de Michael Dudok de Wit. Dos de ellos, The Monk And The Fish y Father And Daughter han optado a premios de primer nivel y son reconocidos como piezas de culto. En 2006, la productora japonesa Studio Ghibli se puso en contacto con Dudok para ofrecerle la posibilidad de rodar su primera película y lo que es más importante, con total libertad creativa. Luego de un largo proceso creativo, el resultado es La Tortuga Roja.

                                                         


La Tortuga Roja, con el tiempo, será recordada dentro del género de la animación por atrevida, por ser una historia redonda y, en definitiva, por ser un regalo para el espectador. Una bonita historia que parte de una premisa bien simple: un naufrago lucha por salvarse en medio de la inmensidad del océano en plena tormenta. Exhausto, llega a una isla desierta de la que, una vez repuesto de la paliza que le ha supuesto nadar sobre olas de gran altura, intenta marcharse. Pero algo se lo impide, una y otra vez.

A partir de aquí, comienza un relato si se quiere onírico, donde lo real se funde con lo fantástico. Tan solo una delgada línea los separa. Sin diálogos, la acción se sustenta en la preciosa animación, en el espectacular colorido que tiene La Tortuga Roja y en la banda sonora. Hay que
destacar la riqueza de los efectos sala: la simulación de las carreras de los cangrejos por la arena de la playa de la isla son increíbles, los vientos, el sonido de las olas, de la lluvia... un trabajo sobresaliente, sin duda alguna. La suma de lo anteriormente comentado hace que el espectador quede atrapado durante 80 minutos en esta peculiar historia ya que el ritmo no decae hasta el final. Vayan a ver La Tortuga Roja y si lo tienen a bien, dejen aquí abajo sus comentarios para compartir impresiones sobre esta película.