Portada 3

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lunes, 28 de noviembre de 2016

Bengoetxea VI, brillante campeón del 4 ½


Magnífica final la que nos brindaron ayer Bengoetxea VI y Altuna III en el Ogueta de Vitoria, frontón que estaba prácticamente lleno y donde la afición puso el ambiente a la altura de esta estupenda final. Hubo de todo, más fallos de los previstos, tantos espectaculares y emoción hasta el final ya que se llegó al ansiado 21 iguales por todos los aficionados.

                                                         



Comenzó muy fuerte Bengoetxea, ganó el sorteo del saque inicial y encadenó 4 tantos seguidos. Altuna, un tanto impreciso, no lograba enganchar un intercambio largo de pelotazos. Después del 5-0, Altuna consiguió romper la racha de Bengoetxea con un magnífico dos paredes. Enseguida recuperó el saque el delantero de Asegarce y logró mantener la distancia de cinco tantos hasta el 7-2. Entonces el de Aspe entró en el partido, logrando la igualada a 7. Altuna se puso tres tantos por delante 12-9, pero Bengoetxea reaccionó llevando el tanteo a un 17-12 que parecía casi definitivo. Nada más lejos, el delantero de Azketa consiguió de nuevo empatar la final y ponerse a sólo dos de la victoria, 20-18. Era el momento de dar un paso adelante o recoger las velas, Oinatz Bengoetxea eligió lo primero. Tuvo incluso el 21-20, donde ambos delanteros jugaron la baza estratégica, haciéndose varias dejadas en el txoko consecutivas, pero en una de ellas Bengoetxea no llegó. A la segunda, el navarro no perdonó y entró en el selecto club de pelotaris que han logrado los tres campeonatos más importantes de la pelota después de ganar el Parejas en 2015 y el Manomanista en 2008.

Fue una lucha generacional, Bengoetxea, nacido en 1984, es contemporáneo de Olaizola II, Martínez de Irujo o Berasaluze, recientemente retirado. Altuna, en cambio, con apenas 20 años, está llamando a la puerta de la élite, y de qué manera, junto a Iribarria. Oinatz en un gran campeón, siempre lo demuestra en la cancha gane o pierda, nunca tiene un mal gesto con los rivales, con los árbitros ni con su compañero cuando el partido es de parejas. Un ejemplo a seguir, sin duda. Altuna va por el mismo camino, bien lo demostraron los dos en la entrega de trofeos. ¡Enhorabuena a los dos por esta final espectacular!





lunes, 21 de noviembre de 2016

Despedida de un madridista del Vicente Calderón


El pasado sábado se disputó el último derby madrileño liguero en el estadio Vicente Calderón, los rivales y vecinos de la capital se mudan de barrio a una nueva casa de la que se desconoce cómo se va a llamar. Lo cierto es que el Calderón siempre fue visto por los madridistas como una salida incómoda, sinónimo de emociones fuertes y de lugar donde se citan los valientes para defender su camiseta. Por motivos obvios, quien esto escribe se dejó ver muy pocas veces por la rivera del Manzanares, pero todas ellas para el recuerdo.

A principios de los años 80, el colegio donde estudiaba recibía periódicamente invitaciones para ir a ver al Atlético Madrileño en el Calderón. Sana costumbre,
típica de un club de fútbol más preocupado en crear afición que en la audiencia televisiva que puede acumular en un partido. El recuerdo que tengo de ese día es la impresión de ver esa mole de cemento armado, con las esquinas libres de graderíos donde están y ahí siguen estando los vídeo marcadores y el resplandor del césped al sol. No recuerdo ni el rival ni en la categoría donde jugaba esa temporada el Madrileño, sí que los chavales que nos apuntamos a la invitación lo pasamos muy bien correteando por las gradas prácticamente vacías viendo a ratos el partido.

                                                       



Junio de 1989. El Madrid de la Quinta del Buitre había ganado su cuarta Liga consecutiva y jugaba la
final de la Copa del Rey en el Calderón frente al Real Valladolid para intentar conseguir el doblete. El partido en sí mismo fue bastante malo, la sentencia la dictó un tempranero gol de Rafael Gordillo a un Valladolid donde ya jugaba un tal Fernando Hierro, quien unos días más tarde, luego de posar con la camiseta del Atleti en la salida de vestuarios del Calderón, terminó fichando por el Real Madrid. El ambiente de la previa de este partido fue bastante tenso, hubo cargas de la policía en los alrededores del estadio aunque ya dentro todo transcurrió con normalidad. La Copa en esta ocasión se quedó en Madrid frente a la desilusión de los Minguela y compañía.

Enero de 1993.
Derby en el Calderón, son temporadas difíciles para el madridismo, se vive el reinado del Barcelona en la Liga con la desconocida sensación para muchos madridistas de vivir en la ruina deportiva. Sin acceso a la máxima competición europea por no ganar la Liga, en aquellos años vinieron pocas alegrías para el Madrid, como por ejemplo la Copa contra el Zaragoza en el Luis Casanova al final de aquella temporada o la Súper Copa de 1991 con aquel golazo de Aragón a Zubizarreta desde el centro del campo. Pero volvamos a este derby. Cuatro amigos del Madrid más otro del Atleti nos juntamos para ver el partido en el Calderón. Sin saberlo, tenemos la entrada al campo por la misma puerta que los radicales del Atleti, mientras estos cantaban alegremente 'madridista quien no bote' en la cola para acceder al estadio, nosotros cinco permanecimos ajenos al jolgorio, quietos como estatuas con las bufandas madridistas ocultas bajo los abrigos, en vez de dejarnos llevar y disimular. Semejante inconsciencia fue percibida por los radicales con absoluta indiferencia, afortunadamente. Ya dentro del estadio, un portero del estadio se apiadó de nosotros y nos dejó pasar del fondo sur al lateral del Manzanares donde pudimos ver el partido tranquilamente. De nuevo tocó un partido bastante malo, empate a uno, pero inesperadamente vimos el último partido de Futre con el Atleti. Al acabar el derby, una bronca del portugués con Luis Aragonés terminó por precipitar la salida del ídolo colchonero del Manzanares rumbo al Benfica lisboeta.

Hubo por mi parte alguna visita más al Calderón siendo
sede de la Selección Española. En septiembre de 2005, en partido valedero para la clasificación del Mundial de Alemania de 2006 contra Serbia, había que ganar pero un empate a uno, que es lo que venían a buscar descaradamente los balcánicos, nos condenó al segundo puesto del grupo 7 de la zona europea, lo que suponía jugar la repesca. Ya en 2009, un amistoso contra Argentina (2-1) fue la última ocasión. No he vuelto a ir al Vicente Calderón y la verdad es que me gustaría despedirme de este campo donde quedarán para siempre sonadas derrotas y grandes victorias para el Madrid, como la del pasado sábado. Allí quedarán también muchos detalles de puro fútbol: aquel regate de Raúl a López en un palmo de césped, los recortes de Butragueño en el área de Abel Resino, el gol de Hierro desde fuera del área cuando la derrota ya estaba cantada en el 90... El Vicente Calderón podía, puede, que todavía está en pie, gustar más o menos, ser más acogedor o menos, se pasaba mucho frío en invierno o calor en verano, pero hay que reconocer que es un recinto canchero, de fútbol, un escenario de un deporte que va desapareciendo para dejar sitio a un espectáculo mundial, universal, de horarios imposibles e inauditos para el aficionado que lleva a su equipo en el corazón y, no lo olvidemos, lo apoya con su cartera, donde cada vez se le exige pagar más dinero a cambio de un poder nulo de decisión.








domingo, 13 de noviembre de 2016

En la muerte de Leonard Cohen


Tan solo han pasado un par de días y la conmoción sigue presente. Confieso, no era mi músico de cabecera, desgraciadamente Leonard Cohen tiene una presencia más bien discreta en mi colección de discos y de libros, pero ha sido el segundo cantante en lograr en mí algo muy complicado. Retrocedemos a 1988, año del lanzamiento de I'm Your Man, disco con arreglos tremendamente ochenteros pero de una contundencia en su música y en las letras fuera de lo común. Aquel vídeo clip donde Cohen apenas gesticulaba en una inmensa playa anónima, era emitido constantemente en la televisión pública española, era difícil por tanto no llegar a conocer esta canción. First We Take Manhattan fue la puerta de acceso a este disco tan breve como fundamental para conocer la locura del amor, su irracionalidad: Ain't No Cure For Love, Everybody Knows, I'm Your Man, Take This Waltz, I Can't Forget, Tower of sound (ese piano de casiotone, tan simple, tan bonito, tan íntimo). I'm Your Man, entonces, supuso el pasaporte personal hacia el universo de Leonard Cohen.

Desde aquel año, algún disco recopilatorio, reportajes de publicaciones especializadas, su retiro a un monasterio budista, su desaparición voluntaria del mapa... Salvo esporádicas visitas a su cancionero, Cohen permaneció latente por un largo tiempo... hasta que hizo su entrada en escena la malvada
Kelley Lynch, a quien tantos, indirectamente, tenemos algo que agradecer. La bancarrota causada por la antigua representante del cantate canadiense provocó la vuelta de Leonard Cohen a la actividad musical. Esta fue una gran noticia sobre todo para quienes no tuvimos la oportunidad de presenciar en directo a Cohen.

                                                         



Así llegamos a septiembre de 2009, al recital que ofreció Cohen en el recinto anteriormente conocido como el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Fueron cerca de tres horas de una intensidad difícil de igualar. La presencia de Leonard Cohen sobre el escenario con su grave e inigualable voz, su educación, la humildad con la que aceptaba las ovaciones, la amabilidad y caballerosidad con la que se dirigía a sus músicos (y qué músicos) fue lo que nos preparó para el aluvión que estaba a punto de caernos a los allí presentes. Aquel venerable anciano, a base de sentimiento, fue desgranando las grandes canciones que han transformado la vida de tantos. Como decía al principio, ha sido de los pocos cantantes en lograr algo muy difícil, que es lo siguiente: con su interpretación de
Halelluja, First We Take Manhattan, Ain't No Cure For Lovey sobre todo con The Partisan  Leonard Cohen logró que las almas de los allí presentes abandonaran sus cuerpos para llegar a un lugar donde sólo está la belleza. Finalmente, mientras sonaban los últimos compases de Closing Time, Cohen vino a decir que estas canciones que eran suyas pasaban a ser nuestras también, levantó el sombrero, sentenció Drive safely, my friends! y abandonó el escenario pegando brincos dejando a todos los espectadores con la sensación de haber visto algo sencillamente irrepetible.

De esta forma llegamos al triste despertar del pasado viernes, cuando la noticia de su muerte llegó a Europa. Cuando falleció Bowie hace ya casi un año, ay, alguien dijo que en lugar de estar tristes deberíamos celebrar haber coincidido en el tiempo con alguien como él; con Leonard Cohen debería ser igual. Esta reflexión no reconforta del todo, pero algo ayuda. So long, Leonard Cohen!











miércoles, 9 de noviembre de 2016

Torneo, un libro de Miguel Pardeza

Conviene advertirlo desde el principio para que nadie se llame a engaño: 'Torneo' no son las memorias de Miguel Pardeza como futbolista. Según advierte el propio autor, sí se cuentan experiencias personales pero convenientemente noveladas. Quedan pues avisados, aquellos que busquen cotilleos de vestuario, luchas de egos en el banquillo y sonoras broncas de ilustres entrenadores, se equivocan de libro. 

En un brillante ejercicio literario, Pardeza cuenta las aventuras de un chaval originario de La Palma del Condado (Huelva) en el entorno de una familia trabajadora, cómo desarrolla la afición por el fútbol desde los partidos con los amigos hasta pasar al equipo de su ciudad, cómo nace su inquietud por la Literatura y el conocimiento de diversos campos del saber. 

                        


Después de llegar a formar parte de la cantera del Real Madrid, Pardeza  escribe sobre las vivencias de un joven andaluz recién llegado a la capital para intentar realizar su sueño de llegar al fútbol profesional, las amistades que hizo, los curiosos personajes que conoció en un bar cercano a la pensión donde el club le alojaba y dónde los chicos de la cantera sin familia en Madrid se reunían para evadirse de entrenamientos, exámenes, etc... Esos bares de barrio que, debido a la globalización, están desapareciendo del centro de Madrid. 

'Torneo' es por tanto un libro que refleja una época ya pasada, finales de los años 70, comienzo de los 80 donde Miguel Pardeza deja constancia de las pesadillas propias de la juventud en el proceso de entrada en la vida adulta y lo cuenta de tal manera, este es el principal valor de este libro, que al lector, mientras va pasando las páginas, le da exactamente igual si fue realmente lo que pasó o es fruto de la imaginación del ex futbolista, se ve reflejado en estas vivencias. Después de 'Torneo' queda saber cuándo saldrá el próximo libro de Miguel Pardeza. 








lunes, 7 de noviembre de 2016

Young Fresh Fellows en la Sala El Sol

Gran concierto el pasado jueves de Young Fresh Fellows en la sala El Sol de Madrid. Lo cierto es que quien esto escribe apenas tiene memorizada la extensa discografía de este grupo, tan solo fue reconocida 'Sittin' on a Pitchfork'. En el recuerdo está también una legendaria y antigua batallita de unos camaradas en los tempranos años 90 cuando Young Fresh Fellows tocaron en la Sala Revólver. Más presentes están Scott MacCaughey y sus estupendos Minus Five que ya han sido comentados en este blog. 

                                 


Aun así, el concierto del pasado jueves fue una pasada. Los Fellows dieron todo un recital de punk-rock-garage a una audiencia más veterana que novel. MacCaughey y compañia son unos músicos de primera categoría, se nota además que disfrutan con lo que hacen: gastan bromas con el público, se ponen chalecos reflectantes, improvisan una canción de Chuck Berry... Dieron todo un ejemplo de oficio y de actitud, daba gusto verles pegando botes -literal- sobre el escenario mientras atacaban sus canciones con una ejecución cercana al virtuosismo. 

Muchas de estas canciones fueron vividas por el público como un auténtico sin dios de calvas y canas al viento, mecidas por buen punk. Mientras esto ocurría en la pista los dos guitarras y el bajista lo daban todo sobre las tablas y el batería intentaba hacer sonar un plato que se levantaba más de dos metros sobre el suelo gracias a un inverosímil soporte. En definitiva, fue gran concierto: buena música y algo de diversión, qué más se puede pedir. ¡Larga vida a los Young Fresh Fellows!