Portada 3

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jueves, 31 de julio de 2014

Tom Waits lo sabe, 2ª parte. El concierto de San Sebastián


(Viene del anterior post) Una vez con las entradas conseguidas, recluté a mi hermano para que me acompañara al concierto y así el viernes 11 de julio emprendimos viaje a San Sebastián. Una vez chequeada la documentación necesaria para recoger las entradas, recordemos DNI y tarjeta de crédito, durante el viaje a la Bella Easo comenzaron a asaltarme las lógicas dudas: han anotado mal mi DNI y por tanto no podremos acceder, si no con el DNI, seguro que se han equivocado con los dígitos de la tarjeta bancaria, entradas en la fila 1, el escenario estará muy alto y no veremos nada de nada, en fin, infraseridades varias durante cerca de las 5 horas de viaje.

Desde que recogimos las entradas, sin problemas por cierto, en los
alrededores del Kursaal se presentía que algo importante iba a pasar, como en esos partidos de fútbol en los que se presiente una remontada imposible o un resultado histórico. La cola de acceso era rigurosa, como se había anunciado, se estaba comprobando una a una las entradas con su correspondiente número de DNI imprimido en los boletos, a la vez que se advertía de la prohibición de sacar fotos con el móvil y se quedaban en consigna las cámaras fotográficas. Recordemos, estamos en 2008, los smartphones apenas empezaban a llegar y a precios desorbitados.

                                                         


Dependiendo de la crónica que se lea, unos dan un aforo de 1.800 plazas a la sala del Kursaal, otros 1.700. Más o menos da una
idea del tamaño del recinto dónde se celebró el concierto. Una vez dentro, pude comprobar que mis temores sobre el escenario eran infundados, este se levantaba apenas un metro sobre el suelo del patio de butacas, desde la fila 1, la visión era espectacular, si Waits daba un mal paso, caería sobre nosotros. Ante lo que estaba a punto de ocurrirnos, sólo me salió abrazar a mi hermano, sinceramente. Aquí pude comprobar el acierto de la rígida política de venta de entradas, en la primera fila todos éramos unos perfectos desconocidos. Pasados unos cuantos minutos de la hora fijada y ante las protestas del público, se apagó la luz y un cañón de luz iluminaba a Waits mientras empezaba a aullar Lucinda y Ain't Going Down to the Well. Vestido de negro, luciendo bombín y agitando maracas a la vez que llevaba el ritmo de la canción, Waits parecía un enterrador, un tío siniestro que lejos de la imagen que proyectaba regaló felicidad, mucha felicidad esa noche.

Después, llegaron
Down In The Hole que sonó muy soul y guau, Falling Down, en una versión llena de emoción. A medida que iba cayendo el set list, Chocolate Jesus megáfono en ristre, All The World is Green con toques flamencos de guitarra al inicio, uno se iba sintiendo cada vez más hundido en la butaca de la impresión, a golpes de emoción pura, de belleza sonora sin fin. Hold On puso a prueba los lagrimales del respetable por primera vez, desoladora y acogedora al la vez en su fondo musical mientras Waits aullaba la letra en una tarima, rodeado de instrumentos imposibles. La circense Cemetary Polka nos sacó a todos del encantamiento, para a continuación caer otra vez en él con Dirt In The Ground aspera e inquietante. Black Market Baby, Lie to Me: rea-lly- don't-care-if-you-do-uaaaaaau coreaba el público y Misery Is The River Of The World nos llevaron al punto que todos estábamos esperando, Tom Waits bajó al piano.

Ante el delirio del público, el de Pomona preguntó cuál iba a ser la próxima mientras acariciaba el teclado,
Waltzin Mathilda gritaron por el fondo, Martha se arrancó a pedir mi hermano. That´s good that's good, respondió Waits, sin hacer el menor caso, como era de esperar. Tras contar una de sus historias inexplicables, arrancó con On The Nickel, sólo con el piano, no necesita más, el nudo en la garganta comenzaba. La desgraciadamente corta Johnsburg, Illinois y Tango Till They're Sore aumentaron la congoja, hasta llegar al momento que yo más deseaba. Desde que se supo que iba a haber gira, más aun, cuando conseguí las entradas, no quise saber nada de los que había pasado en los conciertos anteriores, para que todo fuera una sorpresa.

Para un profundo admirador de
Paul Auster, de sus historias y por supuesto, de sus películas, y también del propio Waits, escuchar Innocent When You Dream en directo es un sueño, en este caso hecho realidad. En cuanto reconocí los primeros acordes del piano, canté la letra con toda la fuerza que la emoción me permitía, como si no hubiera un mañana. Entonces, mi hermano se convirtió en Auggie Wren, mi vecino de la derecha en la abuela Ethel, y mientras miraba a Waits, que sentado al piano nos miraba directamente, tan cerca, tan cerca de verdad, Tom Waits me guiñó el ojo, aprobando que cantara con él y animándome a seguir. Intentando controlar las lágrimas que luchaban por salir, todo el público, previa invitación de Waits, cantamos a coro tres veces los posiblemente más tristes y bellos versos de toda su discografía.

Luego de una larguísima e intensa ovación, vino
Hoist That Rag, la emoción de lo vivido apenas unos segundos antes, hizo que tardara en reconocerla y en caer en el ritmo de su percusión. Make It Rain extraordinariamente larga donde presentó a los magníficos músicos, Cold Cold Ground, November, Jesus Gonna Be Here y Singapure marcaron el final del concierto. En los bises sonaron Trampled Rose, Eyeball Kid y como última canción, Waits nos dejó con Anywhere I Lay My Head. Fueron algo más de dos horas, 24 canciones que quedaron en el recuerdo. En el tiempo que me queda por delante, podré ver algo tan bello y emocionante como este concierto, pero nada lo podrá superar, estoy convencido. Decían que era muy caro, pero si sacamos la relación calidad/precio, a mí me resultó barato. Me arrepiento de no haber comprado entradas para los dos días que tocó en Barcelona.

A veces pienso en Tom Waits, allá, por California. Sé que mientras busca sonidos imposibles de trastos inclasificables, de vez en cuando, se acordará de
aquel pirado que en San Sebastián cantó a pleno pulmón con él y al que le hizo un guiño. Tom Waits lo sabe.



lunes, 28 de julio de 2014

Tom Waits lo sabe, 1ª parte


El pasado día 12 de julio, se cumplieron 6 años del primer concierto en nuestro país de Tom Waits y yo, amigos, estuve allí.
Todo sucedió de forma inesperada, allá por la primavera de 2008, Tom Waits convocó una insólita rueda de prensa
para anunciar una gira por los Estados Unidos que pasaría por grandes capitales y otras que no lo son tanto. Sumando las iniciales de las ciudades por donde iba a pasar Waits, se lograba un acrónimo curioso: P.E.H.D.T.S.C.K.J.M.B.A. (leer como peskayamba) una especie de constelación que revelaba estados de ánimo (!). A continuación, anunció que habría otra constelación en Europa, desde España a Irlanda. Pocos días después, se confirmaba en los medios de comunicación que la parte europea de la gira Glitter & Doom arrancaría en San Sebastián, en el Kursaal, para a continuación, tocar dos días consecutivos en Barcelona y después otras tantas veces en Milán, Praga, París, Edimburgo y Dublín, donde tocó tres noches.

                                                          
                                Coffee & Cigarrettes                            

En la misma confirmación de la gira, se anunciaban también los
precios de las entradas, 100 € la más barata, 125 la más cara, y las condiciones para comprarlas, a saber: la persona que quisiera asistir al concierto tenía que conseguirlas a través de un número de teléfono de un servicio de venta de entradas, sólo podrá adquirir 2 como máximo, deberá pagarlas con una tarjeta de crédito e indicar un numero de DNI o pasaporte que se tendrá que acreditar a la hora de recoger los tickets, apenas unas horas antes del concierto, es decir, no se podían recoger en un cajero o tienda de música con días de antelación, no, había que recogerlas en persona en las taquillas del Kursaal la misma mañana del recital. Y además, a la hora de acceder al espectacular cubo, tanto la tarjeta de crédito como el DNI, impreso en la entrada, era minuciosamente comprobado por el personal del recinto. El motivo de todas estas medidas eran evidentes, se pretendía impedir, en la medida de lo posible, la odiosa reventa, quién quisiera asistir debería currarse el tema telefónico y asistir en persona. Seguramente, estos requisitos dieron lugar a injusticias, habrá quien se puso enfermo, quien tuvo un imprevisto laboral... pero evitó muchas otras, como veremos más adelante.

Así pues, el 2 de junio de 2008, a las 9:00 de la mañana,
se abría el proceso de venta de entradas. Me aprovisioné de todos los teléfonos posibles, el fijo, mi móvil, los de la familia... para cuando fuese la hora en punto, ponerme a llamar por teléfono como si no hubiera un mañana. En cuanto la radio dio las señales horarias, pulsé el botón verde de llamada de mi móvil con la tremenda sorpresa de que daba tono de llamada. A los pocos segundos, una voz, para mí angelical, me digo:
-Hola, buenos días, soy Cristina, ¿en qué puedo ayudarle?
Lo más rápido que pude respondí: -HolaqueríadosentradasparaTomWaitsenSanSebastiánporfavor... las mejores posibles.
Mi buena Cristina, con ésa voz que sólo ella ha sabido poner preguntó: -¿Fila 1 asientos 7 y 9 le parece bien?
-Me parece inmejorable, acerté a responder, con el corazón a mil por hora.
Tomó mis datos personales, me agradeció la compra y eso fue todo, guau, tenía entradas para ver a Tom Waits en San Sebastián... (Continuará)




jueves, 24 de julio de 2014

Actores que merecieron más, 3ª parte. Álex Angulo


Sólo le vi una vez en persona. Yo viajaba de Madrid a Bilbao en un autobús de línea allá por el año 2000 y él formaba parte del pasaje, como uno más. Iba acompañado por la que imagino era su mujer. Me sorprendió verle, era la época de la serie televisiva “Periodistas”, seguramente la interpretación que más popularidad le dio, pero casi nadie del pasaje pareció reconocerle, salvo una señora que se acercó en la obligada parada de los autobuses, en Lerma: “Usted es, es...” la señora no acertaba ni con su nombre real ni el de su personaje, “Sí, señora, soy...” respondió de forma cortés Álex Angulo. Y es que ése era una de sus principales virtudes, transmitía cercanía, podía ser uno de tu círculo de amigos o un familiar.

                                                      
                              El Gran Vázquez

Como muchos otros, conocí el trabajo de
Álex Angulo como actor con el corto Mirindas Asesinas de Álex de la Iglesia, creo que pocos nos hemos atrevido a preguntar la hora a un desconocido después de ver su actuación. No es la intención de este post repasar toda su filmografía, ni mucho menos, pero sí quiero destacar un trabajo suyo que pasó lamentablemente desapercibido como la película a la que pertenece su interpretación: Peláez, el mezquino y estómago agradecido supervisor de la Editorial Bruguera que se tragaba lo justo las bolas que le intentaba colar el calavera de El Gran Vázquez. Entre Álex Angulo, Enrique Villén (otro actor que merece más) y Santiago Segura conforman un círculo vicioso que va del caradura, pasando por el jefe paternal, terminando en el pelota que intenta contentar siempre a su inmediato superior a costa de putear al prójimo o lo que haga falta. Muy buena la película de Óscar Aibar, si se la perdieron en su día, véanla.

El pasado domingo, no me encontraba excesivamente lejos del lugar dónde tuvo Álex Angulo el accidente. Como seguramente a todos, me dio pena la triste noticia, todavía
tan joven y con tantas cosas por hacer y dejarnos. Sin querer, nos dejó un último consejo, aprovechen y disfruten la vida, quién sabe qué nos espera a la vuelta de la esquina. Nos quedan sus actuaciones, para siempre. Brindaré con una Mirinda por él.




lunes, 21 de julio de 2014

Solo los amantes sobreviven, de Jim Jarmush


Si bien confieso que soy un admirador de Jim Jasmush, desde que vi su última película, Los Límites del Control, andaba muy suspicaz por cómo serían sus próximos trabajos dada la tremenda desilusión que me causó, y bien que lo sentí, esta película rodada, casi toda, en Madrid. Entre esto y otros asuntos, he ido retrasando la visita al cine para ver Solo los Amantes Sobreviven. Afortunadamente, quedan salas de cine que aguantan en cartelera determinadas películas.

                                                          


La
primera parte de la película hizo aumentar mi suspicacia, el ritmo es un tanto lento, la presentación de los personajes llega a ser un tanto tediosa. Nos situamos, Detroit la antigua capital de la industria automovilística norteamericana, actualmente, como sabrán, en bancarrota, acoge en un chalet abandonado a Adam (Tom Hiddleston). Aquí he de destacar el brillante trabajo del equipo de arte y decoración de la película, Adam es músico y tiene un estudio montado en su casa realmente apetecible, muebles vintage se mezclan con guitarras históricas, una mesa de mezclas, unos amplificadores preciosos, magnetofones de dos pistas Revox, con esas bobinas que giran sobre su eje a distinta velocidad mientras pasa la cinta por las cabezas magnéticas... un regalo para los ojos, vaya.

En
Tánger se encuentra Eva (Tilda Swinton), la ciudad marroquí ofrece un escenario inquietante y exótico a ojos del espectador. Allí frecuenta a Marlowe (John Hurt) y a su asistente Bilal (Slimane Dazi a quien podríamos considerar el Ricardo Darín magrebí dado su parecido físico). Salvo Bilal, todos los personajes son vampiros, pero nosferatus del siglo XXI, es decir, tienen mucha pasta, no van asaltando cuellos ajenos, viajan en business e intentan no molestar a los vivos. Así, Adam y Eva, que son amantes, se reencuentran en Detroit a petición del músico mediante la más original videoconferencia que he visto.

A través de ellos y otros personajes
vemos la ahora decrépita Detroit, escenarios en otra época increíbles ahora languidecen como aparcamientos ruinosos, barrios enteros abandonados, avenidas solitarias, ¡qué desastre! Como decía antes, la película transcurre hasta este punto un tanto lenta y desesperante, pero todo da un giro de 180º cuando entra en escena Ava (Mia Wasikowska), la hermana de Eva. También de condición vampira, la joven y atractiva nosferatu vuelve del revés la película, dotándola de ritmo y gracia. A partir de aquí, la película camina a su resolución con todos los engranajes de la narración perfectamente ajustados.

Me alegro, pues, de haberme reconciliado con
Jim Jarmush. En Solo los Amantes Sobreviven hay claros elementos de su cine más exitoso: juegos de palabras, juegos con los nombres de los personajes (Adam, Eva, Ava...) tan comunes en el cine de Jarmush; coches, creo que nadie como él rueda tan bien a los coches por avenidas solitarias por la noche; diálogos ágiles; humor, a veces un tanto surrealista... Si a todo ello le sumamos el trabajo de decoración y por supuesto una música marca de la casa, molona como ella sola, el resultado es una buena película. Solo los Amantes Sobreviven, vayan a verla, todavía están a tiempo.





miércoles, 16 de julio de 2014

Concierto de Eels en el Circo Price


Es la segunda vez que veo a Mr. E y sus muchachos en directo y la verdad es que no han defraudado las expectativas. Todavía no conocía el Circo Price y he de decir que me parece un recinto de lo más agradable para un concierto, se ve muy bien, se escucha razonablemente bien, además el personal del recinto es muy amable. Parece que por fin tenemos en Madrid un recinto de tamaño intermedio para conciertos, solo falta que dure en el tiempo.

                                                       


El concierto forma parte de ella gira del último disco de
Eels: The Cautionary Tales of Mark Oliver Everett, lo que ya supone toda una declaración de intenciones. Ya lo dijo el propio Mr. E sobre el escenario: como veis hay diferencias con el último show, en el anterior iban vestidos con chandals modelo de la extinta RDA, en el concierto del lunes todos iban hechos unos pinceles, trajeados. No va a haber mucho rock and roll, continuó Mr. E, ni siquiera easy listening y es que aunque el set list se basó en este álbum, no faltaron clásicos como Fresh Feelings, Birds, I Like The Way This Is Going que sin duda elevaron la temperatura del Price.

Si hay que calificar de alguna forma el concierto de
Eels, hay que decir que fue conmovedor. Con un piano de pared, campanas tubulares, timbales, xilofón, trompeta, batería, contrabajo y por supuesto guitarras, eléctricas y acústicas, los asistentes tuvimos casi dos horas, si no recuerdo mal, de emoción pura. Si Everett es un extraordinario letrista, no son menos extraordinarios los músicos que le acompañan, alguno tocaba más de un instrumento, siempre sonrientes, encajando las bromas de Mr. E, en definitiva con actitud, mucha actitud.

Es cierto que
hubo lugar para el humor y por supuesto para los abrazos. Aparte de abrazarse con los músicos, Mr. E bajó las escaleras que separan el escenario de los asientos y repartió abrazos a unos cuantos fans que se acercaron a él con fervor de creyentes. Hubo dos tandas de bises que iban aumentando una canción a una dado el fervor del público. Con Can´t Help Falling In Love, el clásico de Elvis Presley, nos fuimos todos con el corazón encogido por la emoción. Todavía hubo más música, el caso es que Eels no defraudan, nunca.