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lunes, 14 de abril de 2014

No es deporte para gafes, 2ª parte


Como ya comenté hace muchos posts, el fútbol no es deporte para gafes, en realidad ninguno lo es. Todo venía a colación porque en la casa donde veo normalmente el fútbol, el propietario de la misma tiene una amistad duradera en el tiempo con una persona realmente buena, un buen profesional y padre de familia, pero además de estas bondades, es un gafe de campeonato.

                                                       

En esas estábamos hace unos días, ante la previa de la vuelta de cuartos de final de la Copa de Europa. El caso es que entre que el resultado de ida, 3-0 recordemos, y que tenía otros quehaceres, renuncié a verlo en el sitio habitual, sabiendo que a poco que fueran bien las cosas con mis asuntos llegaría a mi propia casa para ver el fútbol. Así pues, mientras disculpaba mi ausencia, dada la holgura del resultado comenté a quien generosamente ofrece su casa para que vayamos a ver el partido que “gastara el comodín del gafe”, es decir, que llamara a esta persona para que fuera a su casa y gastara la bala de su presencia, puesto que se avecinan partidos trascendentes como todo el mundo sabe y no es cuestión de tener a un gafe en tu casa viendo la final de la Copa del Rey.

Bien, el transcurso del
partido en Dortmund está muy fresco en la memoria. No me preocupé demasiado por el penalty fallado por Di María, eso le pasa al que asume el riesgo de tirarlo, pero cuando el Borussia se puso 2-0 cuando quedaban 15 minutos de la primera parte y la segunda entera, empecé a darme cuenta de la situación y una risa nerviosa me invadió mientras se mascaba la tragedia. El Real Madrid era un manojo de nervios, todas las decisiones que tomaban los jugadores merengues eran malas y peligrosas para sí mismos. Mientras me iba hundiendo progresivamente en el sofá me venía a la mente la imagen del gafe, viendo el partido donde realmente no debería de estar. Ignoro si cuando este buen hombre se acerca a ver los partidos a casa de este amigo común se alinean los planetas, satélites y agujeros negros, pero el hecho es que las pasamos moradas.

Reconozco que cuando
el Borussia estrelló un balón en el poste, lo que podría haber sido el 3-0 que empatara la eliminatoria, mi vida pasó en fotocopias por mi mente. Afortunadamente, ahí quedó todo y pasamos a semifinales. Cuando acabó el partido, comentándolo por whatsapp con el dueño de la casa, le sugerí, muy en serio, que en la agenda de su teléfono sustituya el nombre del cenizo en su agenda por: NO COGER. Es triste tener que llegar a este extremo, pero la realidad se impone. Yo en el lugar de mi amigo, tendría una conversación, serena, seria y formal con el gafe y le plantearía la situación. Si es un buen amigo comprenderá lo que ocurre y se abstendrá de llamar en día de partido para quedar a verlo. ¿Acaso no hay días en un año para quedar y ver a un amigo? Mejor eso que volver a pasar por lo del pasado martes.

Quien amablemente lea esto puede pensar que estoy
escribiendo en tono irónico o de broma... ¡Ja! Con los gafes no hay que andarse con contemplaciones. Hay que afrontar la situación y cortarla de raiz. A los hechos me remito.


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