Portada 3

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miércoles, 29 de enero de 2014

El F.C. Barcelona, visto por un madridista


El Barça ha hecho un largo viaje para llegar a ser lo que realmente es ahora, una referencia por juego, tradición, historia y títulos internacionales. Estos últimos son los que han llegado, en términos históricos, recientemente. Este viaje, a veces, ha sido una travesía por el desierto, creo que antes habrían terminado de pasar por ella si las cosas hubieran sido de otra forma.

Estamos en los
años 80, que es donde alcanza mi memoria vital. Del año 81 al 90 la Liga se ventila entre los equipos vascos las primeras cuatro temporadas, el Barça de Venables en la mitad de la década y luego la Quinta del Buitre se hace pentacampeona. Durante los años de dominio madridista, el Barça vivía instalado en la protesta: los árbitros, la política, el centralismo... vaya ¿a quién me recuerda este discurso? El binomio Núñez - Gaspart se sentía perseguido. Mientras, el Real Madrid con la mejor generación hasta el momento de futbolistas españoles surgida de su cantera, apoyados por los mejores jugadores nacionales y un par de extranjeros, borda el fútbol y encadena un campeonato tras otro. El aficionado de a pie asistía a esa actitud de la directiva culé entre el asombro y el bochorno ajeno con aquel motín del Hesperia entre otras cosas, con Luis Aragonés dando ejemplo al no dudar en ponerse del lado de los jugadores. Y quién lo iba a decir, todo este infierno iba a sentar las bases del llamado Dream Team: los Calderé, Rojo, Víctor, Clos, Pedraza y el propio Luis Aragonés salen del Barça para dejar sitio a Cruyff en el banquillo, Bakero, Koeman, Eusebio y Txiqui Beguiristáin entre otros. Aun así, el propio Cruyff estuvo a punto de ser despedido, incapaz de parar el dominio madridista en sus dos primeras temporadas en el banquillo azulgrana. La final de Copa de 1990 jugada en Valencia ganada al Madrid, supuso aplazar la sentencia y bien que les fue.

A partir de la temporada 1990-91, la historia es conocida: cuatro ligas consecutivas, una Copa de Europa y un 5-0 al Madrid. Por arte de magia,
el centralismo, los árbitros, el tradicional victimismo barcelonista desaparecieron a consecuencia de un equipo que dejó una huella indeleble en el club catalán y, afortunadamente, en el fútbol español. El buen fútbol, el estilo inconfundible y unos jugadores de extrema calidad lograron dar la vuelta a la historia. Este equipo, sumado a la herencia de la Quinta del Buitre son las fuentes donde bebe la selección española que se encuentra esta temporada ante el reto seguir haciendo historia.

Aquella final de la Copa de Europa en Atenas contra el Milan y el Madrid ya de Raúl certificaron la defunción de este equipo con la devolución del 5-0, y a la larga del nuñismo. Acerca de este presidente y lo que rodeó su presidencia recomiendo el reportaje de Orfeo Suárez para el número 7 de la revista Líbero. A ojos ajenos del barcelonismo, sorprendía cómo un señor como Nicolau Casaus pudo estar tantos años en la directiva con Núñez y Gaspart. Es recordado por su bonhomía, educación y saber estar, tan poco corrientes en el fútbol y más en los años 80 y 90. Se le echa de menos.

                                                          


El Barça de Rijkaard fue el preludio del de Guardiola. Su buen hacer en el banquillo se vio acompañado por una
camada de jugadores de la cantera excepcional -¿cómo es posible que Iniesta, siendo de Albacete, no acabara en el Madrid?- liderado por un jugador que ya se encuentran entre los mejores de la historia, Messi. La lluvia de triunfos y la dura competencia de un Real Madrid que compra todo aquello que se mueva en el mercado, aunque afortunadamente parece estar rescatando la cantera, parecía haber enterrado viejos comportamientos barcelonistas, pero resulta que no es así.

                                                         
La denuncia presentada por un socio culé, del que deberíamos aprender de su inquietud e inconformismo, contra el anterior presidente del Barça por las cuentas del fichaje de Neymar este pasado verano ha hecho reaparecer el victimismo barcelonista con una fuerza inusitada e incomprensible ya que en lo deportivo, su primer equipo está líder de la Liga empatado con el Atlético, clasificado para octavos en Copa de Europa y prácticamente en semifinales de la Copa del Rey. El nuevo presidente Bartomeu y sus directivos presuntamente apuntan, sin decirlo, al Madrid como actor en la sombra de esta situación. Resucitan el fantasma del robo de Di Stefano como ellos mismos se han encargado de decir. Este asunto siempre me ha despertado una reflexión: ¿qué creen que habrían conseguido con él? El Barça de los años 50 tuvo a Kocsis, Czibor, Luis Suárez, Kubala, Ramallets... un equipo de ensueño que ganó sus títulos, pero ¿qué se supone que Di Stefano hubiera conseguido que Kubala, Cruyff, Maradona y Schuster no? El Barça tuvo a todos estos futbolistas y apenas ganaron campeonatos. Cuando se han olvidado de las persecuciones, fantasmas del pasado y se han dedicado a crear un proyecto deportivo sólido, el resultado está a la vista: un equipo que ha marcado época.

                                                           


Todo esto, repito, viene por la denuncia que ha presentado un socio del Barcelona e independentista para más señas del que vienen a decir que está en connivencia con
Florentino Pérez. No deja de ser curioso que el presidente Rosell dimitiera sin dar una explicación basada en datos sobre la operación económica del traspaso de Neymar. Si no tienen nada que ocultar, ¿por qué ha dimitido Rosell, por qué no presentan toda la documentación del fichaje en el juzgado? Una buena política de transparencia en todos estos asuntos sería de agradecer, no sólo para ellos, sino para el mundo del fútbol sin excepción.

Así desde Madrid se ve con satisfacción ese retorno al victimismo,
un Barça que parecía enterrado ha vuelto a resurgir. Sus jugadores parecen ignorarlo y siguen a lo suyo. Veremos si son capaces de aislarse y continuar con su trayectoria. Porque cuanto mejor sea el rival, todos somos beneficiados, por el propio deporte y porque mejor saben las victorias.

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