Portada 3

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viernes, 10 de enero de 2014

Commando, autobiografía de Johnny Ramone


Confieso ser un fan declarado de los Ramones y creo no conocer a ningún aficionado a la música al que no le guste la banda neoyorkina. Confieso también la tremenda desilusión que me llevé al ver el documental End of the Century (2003, dirigido por Jim Fields y Michael Gramaglia). Pensaba, quizá inocentemente, que si bien entre ellos no eran los mejores amigos sí tendrían un cierto sentimiento de camaradería, nada más lejos de la realidad. El hecho de que Johnny birlara la novia a Joey hizo que la convivencia entre ellos fuera prácticamente inexistente, ni siquiera se dirigían la palabra. Si ya desde el principio estar juntos les resultaba complicado, después de este incidente, ya fue imposible. Siempre se piensa que estar en una banda de rock, y más una mítica, es otra cosa, no esto.

                                                       


El libro viene a confirmar la triste sensación. Johnny Ramone cuenta su versión de
la historia de la banda. Si bien tuvo una infancia feliz, la adolescencia marcó el carácter de Johnny forjándose una merecida fama de camorrista y pendenciero. La delincuencia juvenil parecía su futuro hasta que su padre le consiguió un puesto de trabajo en la construcción. Al quedarse en paro después de esa ocupación, formó la banda con sus amigos Tommy y Dee Dee. Joey que no pasaba de ser un conocido del barrio.

Desde los comienzos del grupo en el mítico garito de Nueva York CBGB, Johnny fue consciente de que, como grupo,
eran buenos. Tenían trabajo por delante, como perfeccionar la escenografía y la forma de moverse por el escenario. Sus inicios coincidían con un momento clave en la evolución del rock. Algo nuevo se estaba cociendo en Nueva York con grupos como Talking Heads, Television, Blondie, Suicide... Al otro lado del océano Atlántico ocurría lo mismo con The Clash, Sex Pistols, Buzzcocks...

Tras los discos
Ramones, Leave Home, Rocket to Russia y Road to Ruin la banda iba bien, llenaban sus conciertos pero siempre en recintos pequeños o medianos, no terminaban de dar el salto hacia los grupos de gran éxito, ni a la hora de celebrar conciertos ni a la hora de vender sus discos. Así las cosas, decidieron que Phil Spector les produjera su siguiente álbum, pero ni aun así lo consiguieron. A partir de ahí se hicieron a la idea de que nunca lo lograrían. Johnny se tomó la música como algo puramente económico, un trabajo. Sabía que ya no iba a conseguir una ocupación mejor, así que decidió mantener los Ramones con el objetivo de conseguir el dinero necesario para cuando se retirara no tener la necesidad de trabajar. Johnny que siempre estuvo obsesionado con el dinero, a partir de ese momento fue casi su único leit motiv. Recuerdo que Joe Strummer contaba que en un encuentro con Johnny este le contó que habían batido su propio récord de velocidad a la hora de tocar el set list de un concierto ante el estupor de Strummer, como si le estuviera diciendo: el tiempo es dinero.


Yo vi a los Ramones en directo. La primera vez fue en 1989 en el extinto Pabellón de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, teloneados por los BB Sin Sed. Hubo incidentes con la policía a la hora de entrar al Pabellón, cargas, peleas, un poco de todo. El concierto, efectivamente, fue un no parar, apenas había espacio para el mítico
one, two, three, four de Dee Dee para arrancar con un nuevo tema, así hasta que pasó una hora y apenas unos minutos. Entonces los Ramones desaparecieron del escenario para no volver. El mosqueo del público fue formidable por tan corta duración, de los silbidos propios de una espera razonable a unos bises, se pasó al lanzamiento de botes y de todo lo que tenían al alcance los de las primeras filas del petado Pabellón. Tuvo que salir alguien de la organización para hacer comprender al público que “aquello tenía una duración y ya se había acabado”, mientras las latas de cerveza le pasaban silbando por la cabeza. A pesar de todo esto, tengo un recuerdo imborrable de aquel día.

                                                          


La segunda vez que los vi fue otra vez en el mismo Pabellón, ya iba advertido por la experiencia anterior, así que esta vez lo recuerdo todo más pacífico. En la pista estaba no sé si era el dueño, pero el que siempre estaba en el garito Nueva Visión del barrio de Malasaña, con una pancarta gigante del logo de los Ramones. Por ahí estuve pegando botes. Después, se convirtieron en visitantes asiduos a España durante los primeros años 90, a pesar de la alergia que tenía Johnny a salir de los EE.UU. Pero cada nuevo concierto ya era en locales más pequeños, como la Sala Canciller.


Así fue
el final del mítico grupo. Los discos nuevos ya no tenían la frescura de antes, ellos mismos se sentían algo mayores. A pesar de que también durante los 90 tuvieron un inesperado éxito en Sudamérica, ya no tenían motivos para continuar. Dee Dee ya había abandonado el grupo con anterioridad por diversos motivos, la relación de Johnny y Joey casi era de monosílabos, el propio desgaste de los años consumaron el final de los Ramones en agosto de 1996. Aunque Johnny cumplió su objetivo de reunir el suficiente dinero para no tener que volver a trabajar, apenas le quedó tiempo para disfrutarlo. Murió víctima de un cáncer en septiembre de 2004.

Los Ramones fueron un grupo que
ha tenido una influencia más que notable en las bandas contemporáneas de los años 70 y los 80 además en las que los sucedieron ya a partir de los 90. Merecieron más reconocimiento del que tuvieron cuando estaban juntos. Quizá sea ahora cuando lo han conseguido. Y es que la buena música es eterna.


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